El último crack

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Después de casi diez años de espera, Cuauhtémoc Blanco, el último gran ídolo americanista, volverá a vestir la camiseta del equipo de sus amores. Será una sola vez, y será seguramente por unos cuantos minutos, pero por fin se firmará de una manera digna la última página del glorioso libro cuyo prólogo data de 1992, año en que el Cuau debutó con la camiseta azulcrema.

Habrá quienes digan que este homenaje se hizo al vapor y que sabe a poco considerando la trayectoria del genio de Tepito. Estoy de acuerdo. Blanco significa mucho más que una simple despedida de unos minutos en el partido del próximo 5 de marzo ante el Morelia en el Estadio Azteca. Pero significa mucho más no solo para el América, sino para el futbol mexicano, pues se trata simplemente del mejor delantero que ha dado este país desde las épocas de Hugo Sánchez.

Lo reprochable es, como casi siempre sucede en México, la manera en la que se hacen las cosas. Existe un código de ética en la FMF que indica que «todo integrante de la Liga MX (ya sea jugador, cuerpo técnico, árbitro o directivo) debe mantener una posición neutral ante cualquier acto de carácter político». Como sabemos, Blanco es alcalde de Cuernavaca, y para poder disputar un partido oficial de liga, debe estar registrado por su club, en este caso el América.

Dejando eso de lado, no porque no sea importante sino porque siempre será mejor hablar de futbol cancha y no de asuntos de escritorio, Cuauhtémoc ha sido un jugador grandioso. Los que tuvimos la fortuna de verlo en plenitud seguramente lo definiríamos como «genio y figura», como un jugador con muchísimas virtudes, entre las cuales destacan tres:

Inventiva. Desde la cuauhtemiña hasta sus pases con la espalda (o con la joroba dirían sus detractores que por cierto también reconocían su enorme calidad), Blanco fue un jugador capaz de inventarse todo tipo de jugadas, algunas producto de su ingenio y otras de sus artimañas, de ese futbol pícaro que aprendió al crecer en las calles de Tepito. Lo extraordinario es que esas jugadas, más allá de un adorno para la tribuna, eran siempre productivas para su equipo.

Carácter. Canalizado en la mayoría de las ocasiones de manera positiva, el hoy político morelense siempre dio la cara cuando había que tomar el balón y cobrar un penal o un tiro libre en un partido importante, como lo hizo en finales y Mundiales. En otras ocasiones, ese mismo carácter lo traicionó y lo llevó a cometer múltiples actos de indisciplina, al grado incluso de tomar parte en batallas campales y agredir a periodistas física y verbalmente.

Talento. No es fácil que se produzcan jugadores talentosos en el futbol mundial, mucho menos en México, que no tiene la tradición de otros países americanos como Brasil, Argentina o Uruguay. No quiero caer en declaraciones apasionadas y absurdas como la de Manuel Lapuente, quien colocó a nuestro personaje por encima de Zinedine Zidane, pero sí me atrevo a decir que en sus años de gloria, estuvo entre los 25 mejores jugadores del mundo.

La creación y la habilidad innata son dos de los principales atributos de una persona talentosa. Y el talento en el futbol te lleva al status de crack. Por eso, más que Cuauhtémoc sea el último ídolo americanista, yo diría que es el último crack que ha producido el balompié mexicano…

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