Vencer o morir

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Cuando Italia organizó la II Copa Mundial de Fútbol en 1934, Benito Mussolini ejercía una dictadura que sembró el miedo, el terror y la muerte en ese y varios países más de Europa, sobretodo Alemania, controlada por Adolf Hitler, el símil de Mussolini en territorio germano. Se dice que la influencia del líder fascista era tal, que presionó a la FIFA para que le otorgaran la sede del Mundial a Italia, y posteriormente, haría lo necesario para que Italia ganase la Copa.

En ese afán de vencer a costa de lo que fuera, incluso de la propia vida, el Duce quería ver a la selección de su país como campeona del mundo. La atmósfera era de tal tensión que selecciones como la Argentina enviaron un telegrama de salutación al jefe del Gobierno en cuanto desembarcaron en Italia, y todas las selecciones participantes fueron obligadas a realizar el «saludo romano» que en aquellos tiempos utilizaban los fascistas y nazis, antes de la ceremonia de los himnos nacionales.

Otra de las extravagancias del líder fascista se dio al medio tiempo de la final entre su país y Checoslovaquia. Mussolini bajó al vestuario local para encarar al argentino nacionalizado italiano Luis Monti y pedirle que no volviera a cometer una falta dentro del área, pues el árbitro Ivan Eklind tendría que marcar penal, y Mussolini había confeccionado ciertos arreglos para que eso no sucediera.

Al técnico Vittorio Pozzo fue a quien peor le fue en el renglón de la amenazas: «Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar». Mussolini veía el Mundial como la ocasión perfecta para mostrar al mundo el poderío del fascismo. Y así, bajo un clima de tensión, Italia ganó su primera Copa del Mundo y varios futbolista salvaron, literalmente, su vida.

Cuatro años después, en Francia 1938, Mussolini les dijo el famoso «vencer o morir» a los jugadores, en una clara sentencia de lo que sucedería si no regresaban a Roma con la Copa. Nuevamente bajo una atmósfera de presión tremenda, los italianos ganaron la Copa venciendo a Hungría. Incluso, el portero húngaro declaró sentirse «feliz a pesar de la derrota, pues este marcador le salvó la vida a once seres humanos».

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