Solo por un día…

mexico-medalla-oro-londres-6

Niños, jóvenes, viejos, mujeres, hombres, mirreyes, ejecutivos, obreros… Todo México celebró, el 11 de Agosto de 2012, una hazaña que parecía imposible de alcanzar. La selección nacional vencía en Wembley a Brasil y se coronaba campeón olímpico por primera vez en su historia. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Los niños han crecido y algunos mayores han dejado ya este mundo. Muchas veces no somos conscientes del paso del tiempo y les aseguro que la mayoría de ustedes recuerdan perfectamente aquel día como si fuera ayer. ¿Dónde estábamos? La hora no ayudó mucho, pero el día sí. Fue un sábado por la mañana. El partido arrancó a las 9 en punto para ser precisos. El que salió de fiesta la noche anterior seguramente encendió la televisión con los ojos entrecerrados, castigado por una resaca que culminó tan rápido como rápido fue el primer gol de Oribe Peralta.

Los siguientes 89 minutos fueron un continuo vaivén de emociones. La medalla de oro estaba cerca y se acercó más después del segundo gol mexicano, obra del mismo jugador. Brasil apretó al final y consiguió un gol, pero el destino estaba ya marcado. Nadie despertaría a la afición mexicana de ese sueño largamente anhelado y finalmente cristalizado. México era campeón.

Por un día, solo por un día, todo México se olvidó de sus problemas. Esa es la magia de unos Juegos Olímpicos, un evento que es capaz de unir a toda una nación, o hermanar a dos distintos países al clamor de una competencia deportiva. Recuerdo bien ese día y por televisión pude observar que todos los aficionados reunidos en el Ángel de la Independencia y en todo el país, de todos colores, sabores y clases sociales, se unieron en una misma celebración. Eran, antes que cualquier otra cosa, mexicanos, orgullosamente mexicanos.

Cuatro años después y una vez disipada la euforia lógica de una hazaña tan grande, vale la pena reflexionar acerca de los factores que influyen para que un deportista o un equipo logre una medalla de oro. Y entenderemos por qué México conquistó esa medalla en Londres. No es de sorprender cómo se asemejan esos valores a los que aplica en su vida diaria una persona exitosa.

Disciplina. Anteriores representaciones mexicanas habían tenido problemas disciplinarios que, evidentemente, afectaban su rendimiento deportivo. Esto no sucedió en Londres. Durante toda la competencia, y a pesar de las múltiples distracciones que ofrece la capital inglesa y el evento olímpico con su villa y miles de atletas de todos los países, el equipo mantuvo un comportamiento ejemplar.

Trabajo. De todos los ingredientes que tiene la fórmula de éxito, el trabajo es el más importante. Bajo la dirección de Luis Fernando Tena, los 18 jugadores se comprometieron con la misma causa y todos se pusieron a trabajar. Lo mismo veíamos a un defensa atacando que a un delantero bajando a defender, cada uno haciendo su labor pero también dando un extra cuando era necesario.

Compañerismo. No dudo que hubiera jugadores que se llevaran mejor con unos compañeros que con otros. De hecho es normal que en un grupo de 18 personas haya múltiples personalidades, gente más y menos empática. Quizá no todos hayan sido grandes amigos, pero el secreto estuvo en que todos respetaron y entendieron esa diversidad y lucharon por un mismo objetivo.

Talento. Seamos sinceros. Todo el trabajo y toda la disciplina del mundo no son suficientes. Podrán ayudar a ir superando obstáculos en la vida y a superarse, pero es imposible ser el mejor de todos si no hay talento. La selección olímpica que se presentó en Londres contaba con excelentes jugadores en todas las líneas, y los tres refuerzos fueron seleccionados meticulosamente en las posiciones clave. Nombres como Jesús Corona, Héctor Herrera, Oribe Peralta, Raúl Jiménez, Marco Fabián, Giovani dos Santos, Diego Reyes, Javier Aquino y Carlos Salcido, son referentes indiscutibles del fútbol mexicano en los últimos años, lo cual confirma que lo que sucedió en Wembley no fue obra de la casualidad.

Hoy el panorama luce distinto. La generación actual es menos talentosa que su predecesora y eso ha despertado las dudas de prensa y aficionados en cuanto a las posibilidades reales de refrendar el oro olímpico, aunque tampoco es que esta selección esté tan mal. La base del equipo es el Pachuca, el actual campeón del futbol mexicano, quien conquistó su corona con un plantel lleno de sangre joven y una altísima dosis de suerte en la final de vuelta en Monterrey (ojalá esa fortuna se extienda a la competencia en Río de Janeiro). Cinco jugadores hidalguenses son los pilares del Tri: Rodolfo Pizarro, Erick Gutiérrez, Víctor Guzmán, Erick Aguirre y el popular “Chucky” Lozano.

Además, México contará con tres refuerzos de mucha calidad. El primero es Alfredo Talavera, seleccionado absoluto, que resguardará la portería. El segundo es Oribe Peralta, quien intentará hacer historia, pues en caso de ganar el oro, sería apenas el segundo deportista mexicano de la historia en ganar dos medallas doradas, después de Humberto Mariles, quien lo hizo en 1936. Y el tercero en cuestión es Jorge Torres Nilo, el lateral izquierdo de los Tigres.

Extrañaremos la siempre agradable y productiva presencia de un jugador como Chicharito Hernández, aunque se entiende lo complicado que resultaba la anuencia de su club, el Bayer Leverkusen. Quien sí da la edad es Jesús Manuel Corona, el famoso Tecatito, pero no estará en Río por la misma razón que Hernández: el Porto no lo quiso ceder.

Estamos a menos de una semana para el arranque de los Juegos y no quisiera caer en el pesimismo. Ya los muchachos de 2012 nos enseñaron otra cosa. Ellos vencieron al Brasil de Neymar en la mismísima final. Desde entonces, la estrella del Barcelona tiene una deuda pendiente con su selección y con su país. Ahora estará en casa y tiene todas las condiciones a favor para ganar. México, con todo y que es el campeón defensor, no aparece entre los candidatos. No importa. Total, si ya lo hicimos una vez, ¿por qué no pensar en una nueva hazaña?

aleron jetta

Deja una respuesta