Kaká: Siempre mirando al cielo

Elegancia, clase y velocidad, como etiquetas de presentación. Sencillez, fe y profesionalismo, como estilo de vida. Ricardo Izecson dos Santos Leite ‘Kaká’, tímido chamaco oriundo de la capital de aquellas paradisiacas tierras cariocas, Brasilia. Sin duda alguna el continente sudamericano se especializa en la exportación de grandes talentos; principalmente podríamos denominar al país más extenso en lenguaje kilométrico, Brasil, como un impulsor y creador de soñadores de la pelota en estrellas mundiales del fútbol. Kaká fue, es y será, siempre, uno de esos fieles soñadores que materializaron su talento en éxito.

 

Kaká

 

Esta no es la historia que bien puede relatarse como un cuento de hadas, donde un niño descalzo se forjó y pulió en las favelas de Brasil para posteriormente alcanzar el éxito. No, pero sí de un chico que se sobrepuso a las adversidades y burdos altibajos de la vida. Un hombre que se encargó de brillar con luz propia y que quedará enmarcado en los libros dorados del país pentacampeón del mundo como uno de los mejores futbolistas en su historia.

Pateó un balón incluso antes de patear el vientre de su madre y cuando menos lo esperaba, de pronto, iniciaba su carrera a sus breves 8 años de edad en São Paulo. A los quince firmó su primer contrato y llevó al equipo de categorías inferiores a ganar la ‘Copa Juvenil de Gloria’. De pronto uno de esos pasajes turbios de la vida hizo su aparición y fungió como aliciente de lo que sería motivo de esta gran historia.

Octubre del año 2000. Ricardo ya era considerado como la estrella del equipo juvenil. Enormes zancadas como su mayor virtud. Nadie podía frenarlo. Velocidad y potencia para romper líneas, pelota pegada al pie. Características que él mismo convertiría en un sello inmarcesible a lo largo de su carrera. A mitad de temporada se tuvo que perder un encuentro por acumulación de tarjetas, en su fin de semana libre decidió visitar a sus abuelos. Junto a su hermano menor decidieron ir a un parque acuático. Kaká, saltó al agua y su cráneo impactó contra el fondo de la piscina. Fractura de la cuarta vértebra. Su carrera pendía de un hilo.

 

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“No fue suerte, creo que Dios me estaba protegiendo y tuvo un propósito en ese accidente. Sucedió antes de empezar la bendición de mi carrera como jugador profesional”, dijo Kaká. Su fe en Dios y su inquebrantable voluntad de cumplir con sus planes lo llevaron a rebasar en la carrera a un mundo que anda, siempre, a otra velocidad.

De pronto, año 2001, debut como profesional. 12 tantos en 27 partidos, final y campeonato en el ‘Torneo Río-São Paulo’ donde marcó un doblete como suplente ante Botafogo para vestirse de héroe. Ya en el primer equipo del conjunto paulista sonaba al unísono que Kaká sería la próxima estrella del fútbol brasileño. Una temporada más antes de decir adiós a su tierra, un total de 58 partidos con la casaca del ‘Tricolor Paulista’ adornados con 23 anotaciones. El fútbol del Viejo Continente escuchó, se interesó y sedujo a Ricardo.

¿Qué amante del fútbol no conoce o no gozó del andar del astro brasileño por las canchas? Arribó al AC Milán en el año 2003 con tres títulos en mano. Dos copas con São Paulo y uno con ‘La Canarinha’, nada más y nada menos que una Copa del Mundo con la mayor de su país. A sus 21 años recién cumplidos ya pisaba Milán, Italia, la tierra de la moda, la industria y el buen fútbol. ¿Presión? No demasiada. Había llegado a una de las instituciones más emblemáticas y exitosas del fútbol europeo pero el valor por adquirir su carta había sido bajo. Llegaba sin muchos reflectores y su técnico, Carlo Ancelotti, era un especialista en el trabajo y formación de jóvenes talentos.

 

Kaká

 

Ancelotti, en su libro autobiográfico ‘Preferisco la Coppa’, cuenta cúal fue su primera impresión al ver a Kaká. “Me habían hablado de un niño en Brasil, muy bueno, pero al cual no conocía: Ricardo Izecson dos Santos Leite. Por su nombre parecía más bien un predicador, y no andaba desencaminado. (…) El club no sabía si hacerle venir inmediatamente a Milán o dejarle seis meses más en el São Paulo. Tras pensarlo un poco, decidimos acortar los tiempos y que llegara lo antes posible para que empezara a entrenarse con nosotros. Y para que yo supiera quién era. Desde mi punto de vista se trataba de un fichaje a ciegas, lleno de buenas palabras y otras tantas esperanzas. (…) Kaká llegó a Malpensa y me llevé las manos a la cabeza: gafas, repeinado, cara de buen chico, sólo le faltaba un recipiente con la merienda y un libro. Habíamos fichado a un estudiante universitario. Bienvenido al proyecto, no estaría mal si además supiera jugar al fútbol”. 

Sin embargo, cuando vio al brasileño con el balón en los pies su opinión cambió radicalmente. “Con el balón entre los pies era monstruoso. Dejé de hablar, simplemente porque no me salían las palabras. No existían para definir lo que estaba viendo. (…) En una de sus primeras acciones en un entrenamiento, se midió a Gattuso, quien le dio un empujón terrorífico. Kaká no perdió el balón y Gennaro acompañó la acción con un clarificador “A tomar por culo”, bajo su punto de vista eso era promocionar al nuevo compañero. Quien aún en posesión del balón lanzó a puerta desde treinta metros ante un Nesta que no fue capaz de pararle. (…) A ese chaval le quitamos las gafas y le pusimos un uniforme de futbolista y se convirtió en lo que ninguno esperábamos, en un crack”.

¿El parteaguas de la lucha por conseguir sus sueños? El accidente en el ya lejano año 2000. En ese momento Kaká se trazó cuatro sueños: firmar un contrato profesional, jugar con la selección de su país, ir a Europa y ganar un Mundial. Los cumplió todos. Y ganó todo: Mundial de Corea y Japón 2002, dos Copas Confederaciones 2005 y 2009, Champions League 2007, dos Supercopas de Europa (2003 y 2007) y cinco campeonatos locales con el AC Milán y el Real Madrid.

Además, por si fuera poco, es el “último humano” (diferente a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo), en ganar el Balón de Oro. El galardón que lo acreditó como el mejor futbolista del mundo lo recibió en 2007. El adiós de una leyenda que, vivirá siempre, con la mirada al cielo.

 

Kaká

 

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