Un premio de consolación

Tras una Copa Confederaciones llena de sobresaltos, la selección mexicana vuelve a la escena internacional, en un torneo que puede servir como premio de consolación después de no haber logrado dar ese salto de calidad mundial que todos esperábamos en Rusia.

La Copa Oro, cuya devaluación obedece en gran medida a la necedad de la CONCACAF de realizarla cada dos años, representa para México mucho más que un trofeo que adorne las vitrinas de la Federación. Es la oportunidad para recuperar de cierta manera el romance con la afición, tan quebrantado después de los dos últimos partidos jugados en Confederaciones, y la forma en que se perdieron.

Es verdad que los protagonistas serán diferentes, pero a final de cuentas es la misma representación nacional. El escenario también será distinto, y en él, la selección se siente como en casa. Pero lo que realmente marca una gran diferencia respecto a la Copa Confederaciones es la calidad de los rivales. De la máxima exigencia que representan Alemania y Portugal al paseo que seguramente se darán con Curazao y El Salvador.

La debilidad de los rivales hace que, aún con una “selección B”, cualquier otro resultado que no sea el campeonato sería un fracaso enorme para El Tri. Sobretodo porque en un torneo de segunda categoría, sí es viable llevar un cuadro alternativo. En la lista de convocados hay varios jugadores de sobrada y probada calidad en la primera división, destacando por encima del resto Rodolfo Pizarro, el hombre de este equipo que más metido tiene el fútbol en la cabeza.

Tampoco es como que falte experiencia. Desde la portería hasta la delantera, en todas las posiciones encontraremos futbolistas con una dilatada trayectoria profesional. Jesús Corona, que ha ido a tres Copas del Mundo, es el capitán de esta representación nacional. Jair Pereira y Hugo Ayala son la base de la defensiva azteca, y ambos ya han sido campeones del fútbol mexicano.

Del mediocampo hacia arriba, la selección nacional también cuenta con jugadores que tienen sobre sus espaldas decenas de partidos de liguilla y varios más de carácter internacional, por lo cual no debería pesarles en lo absoluto una competencia como la Copa Oro. En ese grupo, los caciques son Jesús Dueñas, Jesús Molina y, a pesar de su juventud, Erick Gutiérrez. La lista la cierran los hombres de ofensiva. Al mencionado Pizarro hay que sumarle los nombres de Orbelín Pineda y Elías Hernández, que en los partidos de preparación fue quien se echó el equipo al hombro.

Será premio de consolación, o como le quieran llamar, pero de que hay que traerse la Copa de vuelta a casa, de eso no hay duda. Y es que a diferencia de la Confederaciones que era un lujo, esto es una obligación.

 

 

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