El partido que impactó al mundo

La tarde del 8 de Julio de 2014 quedará marcada en los anales del fútbol como una de las más increíbles, atípicas e históricas que se puedan recordar. Brasil, el todopoderoso, jugaba la semifinal de “su Mundial” tratando de cambiar la historia de 1950, cuando perdió dramáticamente el partido decisivo ante Uruguay. Esta vez no hubo que llegar hasta tal instancia. Fue una ronda antes, en semifinales, cuando se suscitó la segunda gran tragedia del balompié amazónico, comparable por la forma en que se dio, con aquel famoso Maracanazo.

En el 1-7 de Belo Horizonte, Alemania fue la Brasil de siempre, la que tocaba e iba al frente, la que buscaba siempre el arco rival, la que practicaba un fútbol vistoso y alegre a ras de pasto, la contundente arriba y sólida en defensa, la que entraba caminando a la portería contraria tras una magnífica secuencia de toques.

La cachetada fue durísima, quizá un castigo excesivo de los dioses del fútbol para una selección que tanto le ha dado a este deporte, que incluso lo ha hecho crecer con su fútbol alegre y vistoso. ¿Cuántos nuevos fanáticos habrán surgido a raíz de la excelsa demostración que brindó el Scratch du Ouro en todos sus partidos de México 70? ¿Cuántos hinchas no añoran aquella Brasil del 82, a pesar de que no ganó el título? ¿Qué no daría mucha gente por volver a ver cracks de la categoría de Romario o Ronaldo definiendo un Mundial?

Brasil ha traicionado su estilo y eso le ha costado carísimo. Hace tiempo le dio la espalda al jogo bonito y optó por mecanizar su juego. Y para colmo, el único que se atrevía a hacer algo diferente, el que se echó el equipo al hombro y asumió un protagonismo total, sufrió una grave lesión justo antes de la ansiada semifinal ante los germanos.

El llanto de un país entero debería ser motivo suficiente para sacudir las entrañas de la Confederación Brasileña de Fútbol y plantearse de manera urgente los cambios necesarios para que la verdeamarela recupere lo antes posible su jerarquía a nivel mundial. Y el estilo de Dunga no parece ser la solución.

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