El mundo de los naturalizados

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Por ADRIÁN OJEDA

La gestión de Miguel Herrera al frente de la selección de México se ha caracterizado por dar prioridad a los futbolistas nacidos en México sobre los naturalizados, aunque dirá El Piojo que sus convocatorias obedecen exclusivamente al nivel futbolístico y no al lugar de nacimiento de los jugadores, argumento totalmente válido. Aún así, no deja de sonar extraño el nombre de Jürgen Damm (a todas luces alemán) en las filas del Tri, en un llamado más que merecido para el volante nacido en Veracruz.

Otros técnicos anteriores de El Tri sí dieron cabida a los naturalizados. Javier Aguirre fue quien inició todo, aunque su «elegido», Gabriel Caballero, fue un rotundo fracaso en el Mundial de Corea-Japón 2002. Después fue Ricardo Lavolpe quien continuó con esa tendencia y convocó a Sinha para Alemania 2006, aunque el resultado fue muy diferente. El talentoso mediocampista marcó un gol y orquestó los hilos de la selección en aquella Copa del Mundo. Nuevamente Aguirre apostó por un argentino en 2010, Guillermo Franco, y el resultado fue el mismo de ocho años atrás: un sonoro fracaso.

La «oferta» de jugadores naturalizados ha crecido exponencialmente en la Liga MX. El seleccionador nacional tiene a su disposición 42 jugadores de distintas nacionalidades que podrían portar la camiseta verde, además por supuesto, de todos los nacidos en México, y de otros 21 jugadores que nacieron fuera del territorio nacional, pero que tienen pasaporte mexicano, destacando Isaac Brizuela y Miguel Ponce, nacidos ambos en Estados Unidos pero de padres mexicanos.

Esto no es exclusivo del fútbol mexicano. Al contrario, hay muchas selecciones de primer nivel que también han abierto las fronteras. Miroslav Klose y Lukas Podolski, ambos nacidos en Polonia, fueron campeones del mundo con Alemania el año pasado. Mauro Camoranesi también tiene un título mundial en su palmarés, pero lo consiguió con Italia, a donde emigró desde el fútbol mexicano, tras llegar de su natal Argentina a finales de los 90.

Marcos Senna, nacido en Sao Paulo en 1976, fue un baluarte de la selección española campeona de Europa en 2008, si bien nunca había puesto un pie en España hasta el 2002, año en que llegó desde su natal Brasil, tal cual sucede con Diego Costa, que optó hace un año por la selección española, lo que desató una serie de críticas por parte de la afición brasileña, al grado que en la pasada Copa del Mundo, Costa fue abucheado todas y cada una de las veces que tocó el balón en su país natal.

Nabil Fekir, la nueva joya del fútbol francés, ya ha disputado dos amistosos con la selección gala, pero todavía podría optar por Argelia, como es el deseo de su padre, inmigrante argelino que llegó a Lyon hace más de 20 años. Como Fekir, hay muchísimos jugadores que pueden elegir jugar para más de una selección, ya sea por su país de origen, por el lugar de nacimiento de su padre, madre, o de sus abuelos. Pero hay otros que lo pueden hacer por sus años de residencia en una nación, aún sin tener el menor antecedente familiar o cultural.

El brasileño naturalizado italiano, Eder, marcó el gol del empate para la selección azzurra apenas el sábado pasado en Bulgaria. En la celebración del gol, el delantero de la Sampdoria fue a abrazar a Antonio Conte, quien había sido criticado toda la semana previa al partido por haberlo convocado a él y a Franco Vázquez, que hace poco más de tres años llegó al Palermo procedente del Belgrano de la Primera División de Argentina. Thiago Motta es otro caso similar en Italia.

Pablo Osvaldo, que se ha convertido en un nuevo ídolo para la hinchada de Boca Juniors, participa en la liga de Argentina, su tierra natal, como jugador italiano. Nació, se crío y debutó en Argentina, pero después emigró al balompié europeo y ha jugado en Italia, España e Inglaterra. Ahora que regresó a su país de origen, tuvo que ser registrado como un jugador con pasaporte italiano. Esto es el fútbol hoy en día: el mundo de los naturalizados.

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