El paraíso de los mediocres

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Por Adrián Ojeda

Cuando un columnista escribe, al menos uno que tenga una mínima dosis de pasión en su pluma, lo hace pensando en que sus palabras lleguen a sus lectores, que tengan el efecto deseado, y en el mejor de los casos, que en algo puedan cambiar una situación. Hoy me enfrento a la frustración de que estos renglones en nada van a cambiar el sistema del futbol mexicano, pero me daría por bien servido si cambia la mentalidad de un aficionado.

Me gustaría un hincha que sea leal, como siempre lo ha sido, pero que no sea tonto, que se vuelque en apoyo a su selección pero que no se deje pisotear, que se ilusione pero que no se ofusque. Ya sería un gran avance si empezaran por ubicar a los jugadores en su justa dimensión, en el sitio que merecen. Quizá el fanático es influenciado por algunos medios que tan pronto comienza a destacar un jugador, lo elevan a un status de semidiós. Bueno, pues olviden esa influencia. A varios jugadores les quedó grande el partido, la playera y la Copa, ¿no? Entonces júzguenlos ustedes mismos, no por lo que les diga un títere.

México es, con toda seguridad, el país en el que ser futbolista es lo más cómodo, si consideramos la relación entre lo que se les exige y lo que dan. Es un paraíso para los mediocres. En Sudamérica se les paga menos y se les exige mucho más, la presión de la prensa y de los hinchas es brutal. Me dirán que en Europa se gana más plata, y tienen razón. Solamente que para triunfar allá y para ser un ídolo, hay que dar resultados siempre, no basta con un buen torneo de seis mesecitos como en México. El que no está bien no juega, y al que no juega le tupen con todo, y créanme, un jugador en esa posición no la pasa nada bien.

En otros países más pasionales, un equipo pierde y los futbolistas no pueden salir a la calle. No quiero que lleguemos a eso, pero tampoco al otro extremo de idolatrar y endiosar a simples mundanos que aún si hubieran ganado la Copa no dejarían de ser personas como nosotros, pues de no haber sido futbolistas tampoco estarían transformando al país en educación, ciencia o tecnología.

No digo que después de la histórica goleada la afición tendría que haber salido a la calle a incendiar autobuses y saquear comercios al más puro estilo de la CNTE, pero sí por lo menos alzar la voz, demostrar también algo de pasión, algo de exigencia. No podemos exigirle a los jugadores pasión en la cancha, si el propio aficionado no la tiene. El representativo nacional pierde 7-0 y al día siguiente la gente está retratándose con sus “héroes” en el aeropuerto, pidiendo autógrafos y mirándolos como seres superiores. ¿Superiores en qué?

Recibir siete goles no es una cosa que suceda todos los días. Es más, no le había sucedido a México en casi 90 años en un partido oficial. Es tan anormal que esperaba una reacción diferente del medio futbolístico, empezando por supuesto, por los que toman las decisiones, los directivos. Y no me refiero a la destitución de Osorio, eso sería una nueva estupidez. El colombiano tiene parte de culpa de lo que pasó en Santa Clara, pero ¿qué hay de los grillos, ratones o como les quiera Usted llamar a esos que arrastraron las piernas y el prestigio de la selección nacional? El colombiano no dio señales de raza desde la banca, pero eso no justifica el derrumbe de los que estaban adentro y que se la debieron partir, no hubo sangre, ni un grito, ni una mentada de madre. Todos nos quedamos esperando por los huevos… que nunca llegaron.

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