La generación de Figo

Argentina y Brasil han sido los máximos ganadores históricos del Mundial Sub-20, pero hubo una selección que en medio de tanto dominio sudamericano logró un bicampeonato gracias al aporte de una generación de oro con jugadores talentosísimos que después destacarían también en algunos de los clubes más importantes del mundo, aunque en el ámbito grupal, ya como selección absoluta, nunca pudo replicar los éxitos obtenidos en los representativos menores.
Portugal ganó el Mundial Sub-20 en 1989 y repitió en 1991. Estos dos títulos consecutivos catapultaron al estrellato a varios integrantes de aquella selección lusitana. En el campeonato logrado en Arabia Saudita en 1989, había jugadores como Joao Pinto, Paulo Sousa y el defensa central Fernando Couto, que años después sería un gran líder en la selección mayor y en la Lazio de Italia.
Pero la versión de 1991 fue todavía superior. Portugal era el anfitrión del Mundial y además llegaba como campeón defensor. Luis Figo era una de las figuras del equipo y junto a él brillaba Rui Costa, formando una dupla espectacular y llena de talento. En la defensa ya no estaba Couto, pero en su lugar apareció Jorge Costa, otro magnífico central. El extravagante Abel Xavier y Rui Bento también formaron parte de esa generación dorada, pero el capitán fue Joao Pinto, quien ya tenía la experiencia de dos años atrás.
Lo que vino después ya todos lo sabemos. Figo se consagró como el mejor jugador del mundo en el 2000, ganó seis veces consecutivas el premio al mejor jugador portugués del año y en tres temporadas seguidas fue el mejor extranjero de la Liga Española y estuvo dos veces en el equipo ideal de la Eurocopa, entre muchas otras distinciones. Rui Costa no ganó tantos premios pero dejó muchísimas pinceladas de su clase en todos los equipos donde jugó, sobre todo en la Fiorentina junto a Gabriel Batistuta.
El resto de la generación dorada también destacó, en menor medida, en grandes clubes de Europa, algunos como Pauslo Sousa ganaron la Champions, pero en todos ellos siempre quedó marcado ese sabor amargo de no poder ganar ningún trofeo internacional con la mayor. Y más cuando varios de ellos tuvieron la oportunidad de conquistarlo en su casa en el 2004, en aquella final contra la «débil» Grecia.

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