La puerta de los sustos

No han sido fáciles los últimos años para el toreo. Ha tenido que sobrevivir, y lo ha logrado, a pesar de la reducción de festejos, de la escasez de figuras (problema ya resuelto) y de la desaprobación de este espectáculo por parte de un sector de la población (que en un 99.9% están desinformados del tema). El arte sobrevivió, y nunca morirá, pero tampoco estamos como para tirar por la borda esta época de resplandor que está teniendo el toreo en México.

¿Por qué cuando todo va bien, siempre existe alguien que se empecina en hacer que algo vaya mal? La Plaza México, como eje central, juega un papel fundamental en el destino de la fiesta brava nacional temporada tras temporada. Los buenos aficionados adoramos Aguascalientes y valoramos lo que se ha hecho en la capital hidrocálida, que presenta regularmente los mejores carteles que se puedan ver en América Latina. Pero esa tierra, y esa Monumental tan hermosa y tan taurina, nunca será La México.

Y La México, como la Catedral del Toreo en América, necesita saberse y sentirse como tal. Todo iba viento en popa para festejar el septuagésimo aniversario del coso más grande del mundo. La empresa anunció una temporada grande de ensueño, contrató a los mejores toreros del mundo y confeccionó carteles rematadísimos. El resultado era de esperarse. De tres corridas, van dos llenos en numerado. Pero como bien dijo Juan Antonio de Labra en su crónica del mano a mano entre Julián López “El Juli” y Octavio García “El Payo”: nada les cuesta hacer las cosas bien.

Y si se estaban haciendo bien, si ya se había conseguido volver a meter a la gente a la plaza, si después de muchos años se ha vuelto a generar una tremenda expectación en torno a una temporada, si ya vieron que todavía queda afición y que gran parte de esa afición no es tonta, ¿por qué demonios salieron por la puerta de toriles dos auténticos novillos en una corrida tan esperada, tan mediática?

En ningún tipo de corrida debe fallar la presentación del encierro, pero mucho menos en las que torea una figura, en las tardes clave que hacen afición o que alejan a los entendidos. Esto solo servirá para confundir a los aficionados emergentes, para quienes el trapío será un aspecto irrelevante cuando tiene que ser el NÚMERO UNO en la organización de un festejo taurino.

¿De verdad nos creerán tan tontos? ¿No le pasó a nadie por la cabeza que al aprobar esos dos toros habría una gran protesta? ¿Ni a la empresa, ni al ganadero, ni a los apoderados ni al juez? Si hubiera que elegir un ejemplo de cómo echar a perder un trabajo, este caso es el ideal. Lo increíble es que los que trabajaron para construir esta temporada, son los mismos que ahora están destruyendo ese trabajo que tan bien se estaba realizando.

Este año, como hacía mucho no sucedía, La México está ante una oportunidad inmejorable de recuperar esa grandeza. Todo iba perfecto. Y aunque siempre habrá detalles que impedirán (y qué sano es eso) esa perfección, hay cosas que ni son detalles ni se pueden dejar al azar. Y la primera en esa lista, es la presentación del toro. Van apenas tres corridas. Por el bien de todos los que amamos el arte del toreo, no puede salir un novillito más por esa mítica y sagrada puerta, la que alguna vez fue la puerta de los sustos.

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