Los aristócratas

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Por Abdellah Guenifa

En su nuevo libro publicado este verano, Stefan Szymanski explica cómo el fútbol profesional opera, y sobre todo la relación que existe entre lo que sucede en la cancha y lo que sucede en las cuentas de los clubes. El profesor de gestión deportiva de la Universidad de Michigan, coautor con Simon Kuper del libro Soccernomics publicado en 2009, aclara unos aspectos fundamentales del “Football Business”.

Antes de la abolición de las restricciones en los salarios en la liga inglesa en 1961, un futbolista ganaba a lo mucho 20 libras semanales, casi el mismo nivel de ingresos que el de un obrero semi calificado en la sociedad británica de aquel tiempo. Muchos no poseían un carro y tenían que viajar en los trenes llenos de aficionados para acudir a los partidos de visitante. Una situación que parecería irreal hoy en día. Muchos critican las derivas del fútbol profesional, los salarios espantosos de los top-players desconectados de la realidad, los escándalos de corrupción (Blatter y últimamente Platini), la insolvencia de una buena parte de los clubes o los fichajes de más de 50 millones de euros cada vez más frecuentes, a partir de una valoración relativa de los jugadores, como Eliaquim Mangala.

¿Qué opina Stefan Szymanski? Según él, un club de futbol no es una empresa, lo que ya había detallado en Soccernomics. Aunque pueda generar mucho dinero, su finalidad es distinta. Una compañía está organizada para generar beneficios para sus inversores, a través la venta de bienes y/o servicios. Un club proporciona más bien un servicio, pero de entretenimiento. Para impulsar a la afición, tiene que ganar partidos y trofeos, ya que la lealtad no es absoluta, y depende de los resultados. Los clubes más famosos y que cuentan con más afición ahora son los que más trofeos alzaron (Real Madrid, Man United, FC Barcelona, Bayern Múnich, Juventus). Para eso se necesitan los mejores jugadores, y tienen un precio porque representan una parte reducida del mercado y la demanda es elevada. Entones, habrá que gastar (mucho) dinero.

Para el autor, el fútbol europeo se caracteriza por el dominio de pocos clubes, los “aristócratas”, solo unos pocos que pueden conseguir la Orejona hoy en día, y cuyos ingresos forman una barrera de entrada para los pequeños clubes. Los demás clubes sobreviven al borde de la angustia financiera y la regulación ha sido demasiada ligera a pesar de su desarrollo considerable estas dos últimas décadas. El sistema abierto de las ligas europeas genera una situación de estrés porque un descenso a un nivel inferior es sinónima de una pérdida importante de ingresos e inversores. Un sistema cerrado como la NFL o la MLS tampoco sería una solución porque forma parte del ADN del futbol europeo, la esperanza eterna para un pequeño equipo de jugar algún día contra los altos y potentes, como en la leyenda en la cual David vence al gigante Goliat.

Como los aristócratas nunca pueden ser desafiados, los pequeños clubes, para competir con ellos y romper su dominio perpetuo, sueñan con encontrar un “Sugar Daddy”, lo que sucedió últimamente con el PSG, y antes con el Chelsea de Abramovich y el Manchester City del jeque Mansour. Si muchos consideran que esos clubes no son legítimos y que no merecen sus recientes títulos, no hay que olvidar que pasó lo mismo con el Real Madrid de Franco en los años 50 favoreciendo su hegemonía en la liga española y en el futbol europeo con cinco títulos continentales.

La UEFA de Platini trata tímidamente de regular el funcionamiento del mercado del futbol mediante la institución del Fair Play Financiero. El criterio del punto de equilibrio, por ejemplo, obliga los clubes a equilibrar las recetas con los gastos. Solo se acepta una desviación de 5 millones de euros. Si no cumplen los requisitos impuestos por la UEFA los clubes están expuestos a multas, o restricciones en el mercado de fichajes. Sin embargo, para Stefan Szymanski, a todo ello le falta claridad.

La UEFA considera como ingresos legítimos la venta de billetes, el patrocinio o el merchandising. Así, un nuevo contrato de patrocinio de 200 millones de euros al año para el Real Madrid sería legítimo, mientras que la inyección de 100 millones de euros en el PSG por parte de Nasser Al-Khelaïfi se consideraría como no legitima. ¿Por qué? Porque el Real Madrid (o el United) se lo merece por su palmarés que atrae a los inversores. El argumento no tiene sentido. Además, los equipos que más van a la Champions League son los que más reciben dinero por parte precisamente de… la UEFA. Y esos clubes son los aristócratas de siempre.

Para el profesor de la Universidad de Michigan, el FFP (Fair Play Financiero por sus siglas en inglés) es en realidad un abuso de lenguaje, que no tiene nada de justo. Prefiere una reforma del sistema actual y una reestructuración de las competiciones, porque el futbol seguirá creciendo y es buen momento para ir planeando las consecuencias.

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