¿Y dónde quedó el gol?

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Por ADRIÁN OJEDA

Amanece el lunes y me encuentro con que no tenemos ni un solo goleador en la Liga MX. Tenemos, vaya, delanteros que marcan goles, gente que de vez en cuando define bien, tenemos cuatro líderes de goleo, pero carecemos de un GOLEADOR en toda la extensión de la palabra, de un killer del área, de un delantero temible, de esos que no perdonan, que la que tienen, la meten. No lo hay. Y basta con ver la tabla de goleadores para encontrarnos con que los cuatro que encabezan esa lista, lo hacen con la raquítica cifra de ¡7 goles en 14 partidos! Esto significa que el próximo campeón de goleo habrá de coronarse con un promedio de un gol cada dos partidos, y que al ritmo que vamos, será el rey del gol con la producción más pobre en la historia del fútbol mexicano.

Hubo alguna vez en que José Cardozo ganó el cetro de goleo con 29 goles en un torneo de 17 partidos. Es cierto que ese no puede ser nuestro parámetro porque esa cifra fue una barbaridad, una locura. Que alguna vez el mismo Cardozo ganó con 21 goles, que Sebastián Abreu lo hizo con 19, Jared Borgetti con 17 y Cuauhtémoc Blanco con 16. Incluso tenemos algunos jugadores en activo que han sido campeones de goleo con cifras absolutamente respetables: Emmanuel Villa en el Apertura 2009 con 17 goles, y Alfredo Moreno con 18 en el Apertura 2007. En este torneo, Villa tiene cuatro goles y Alfredo Moreno apenas tres. Pero lo más increíble es que todavía pueden ser campeones de goleo. Si el «Tito» marcase dos dobletes en el final del torneo, le podemos sumar un título más a su palmarés.

Ustedes mismos piensen si hoy en día tenemos a un Cardozo, Abreu, Borgetti, Salvador Cabañas o Christian Benítez. La ausencia de jugadores como ellos nos lleva a una triste realidad que nos encontramos al mirar la tabla de romperredes. Habrá quien diga que la pelea por el campeonato de goleo está abierta e interesante (hay solamente dos goles de diferencia en los 17 primeros lugares de la tabla de goleo: 7 tiene el primer lugar y 5 el decimoséptimo), pero esto no hace más que añorar la época de los grandes goleadores en la liga mexicana.

No dejaré de aplaudir el gran torneo de Rafael Sobis, quien tiene doble mérito si consideramos que está en su primera temporada en el fútbol mexicano y no ha sufrido los efectos de la «adaptación» (por favor, un buen jugador se adapta y punto), ni tampoco voy a demeritar lo hecho por el «Chavo» Alustiza, echándose a su equipo al hombro y siendo la razón principal para que el Puebla siga vivo en su lucha por no descender. Los siete goles de Julio Furch en su primer torneo con Veracruz le dan un valor similar a lo hecho por Sobis. Y mi más sincero reconocimiento al colombiano Avilés Hurtado, quien sin ser un nueve clavado (ese puesto lo ocupa Matías Vuoso) ha colaborado con siete goles para Chiapas.

Sin embargo, y a pesar de sus buenas temporadas, ninguno de ellos es un killer del área. Lo menos que podríamos esperar de un campeón goleador es que alcance por lo menos doble dígito en su cuenta de anotaciones. Si por lo menos uno de ellos marca tres goles en los últimos tres partidos del torneo, apenas se empatará el peor registro para un monarca del gol, que es de diez anotaciones. Pero si ninguno lo consigue, entonces estaríamos hablando de una cifra escandalosamente baja, de menos de una decena de goles, y habría una diferencia brutal de 20 o más goles con respecto a aquel récord absurdo de 29 pepinos que consiguió Cardozo hace 13 años, y que ahora más que nunca, parece imposible de superar.

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